El resplandor

A Alba le gusta subir y bajar escaleras (mil millones de veces, por cierto).
Le gustan sobre todo las escaleras de nuestro edificio. Sólo son tres pisos, ya, pero no es lo mismo subir tres pisos e irte para casa, que subir tres pisos, bajar uno, subir dos más, bajar hasta el portal, subir medio, baja a por Elmo que se te ha caido y ni te has dado cuenta...y así hasta que consigo engañarle con algo (normalmente comida...es como una perrita...wof).
Escaleras, gente....gente , escaleras.

Yo adoro practicar con Alba cuando veo que está adquiriendo una habilidad nueva. Ya empieza a subirlas sóla (no intentéis esto en casa, niños menores de año y medio), y es una barbaridad lo que consigue de un día para otro.
Dentro de nada las subirá corriendo.
Lo malo es lo de la luz. Claro, no es gratuita luego, no es eterna, obviously.

Pues se apaga y tal...y claro, cuando se apaga... busca el interruptor sin matarte, con la niña en brazos, la mochila con todos los achiperres dentro, Elmo metido en el gorro del abrigo (vale más que mi vida, ni se me ocurre perderlo) ...y según que calzado lleves, la cosa cambia bastante...
(You´ll never use high-heels in your life again)









Alcanzamos el interruptor y ¡chas! a salvo de nuevo.
Pero la cosa no termina aquí. Cuando llegamos al "rellanito" (esto va en honor  de mi amiga Lara), desde que aprieto el interruptor hasta que se enciende, pasan 10 segundos. Eterno no, lo siguiente.

Baaaat, biiiiii, hiruuuuu, lauuuuuu y vamos avanzando despacito. Ella ni se inmuta, y yo tocando todo por si nos estampamos. Por qué no me quedaré quieta y esperaré a que se encienda, leche...
Es el gen Ibaibarriaga. El gen Guindilla que se llama.

El día que tenga su primer triciclo ya me veo así... socorro...